Rómulo Gallegos
Doña Bárbara
TERCERA PARTE I. EL ESPANTO DE LA SABANA
A Melquíades podían tenerlo trabajando todo el año sin paga, siempre que fuera en hacerle daño a alguien; pero en cualquiera otra actividad, por bien recompensada que fuese, se aburría muy pronto. La más inocente de las ocupaciones a que lo destinaba doña Bárbara era la de trasnochar caballos. Consistía esto en sorprender las yeguas dormidas al raso de la sabana y perseguirlas durante la noche, y a veces durante días y noches consecutivos, de manera que se encaminasen hacia un corral falso, disimulado al efecto entre el monte.
De su condición de brujo y por haber sido él quien introdujo en la región este procedimiento que simplificaba las faenas de la caza de mostrencos, decíase de este oficio, indiferentemente, trasnochar o brujear caballos. Con este trabajo nocturno era además muy fácil sacar los hatajos del fundo ajeno sin riesgo de ser descubierto.
Los de Altamira descansaban de la persecución del Brujeador desde la llegada de Luzardo, a causa de la tregua que doña Bárbara juzgó conveniente a sus planes de seducción, y ya Melquíades, en vista de lo mucho que se prolongaba esta paz, en la cual se enmohecía, estaba pensando en irse de El Miedo, cuando Balbino le comunicó la orden de ponerse de nuevo en actividad.
–La señora le manda decir que se prepare para que salga a trabajar esta misma noche. Que en la sabana de Rincón Hondo va a encontrar un buen hatajo.
–¿Y ella viene de por esos lados? –preguntó Melquíades, quien nunca recibía de buen grado órdenes que le transmitiera Balbino.
–No. Pero usted sabe que ella no necesita ver las cosas con los ojos para saber dónde están. Era él mismo quien había visto hacía poco el hatajo a que se refería; pero dio aquella explicación porque así procedían siempre los mayordomos de doña Bárbara, a fin de que no decayese un momento en el ánimo de los servidores la creencia en sus facultades de bruja. Mas, en materia de brujería, a Melquíades no podían «irle con cuentos, porque él conocía la historia». No negaba que la señora fuese hábil en algo de todo aquello que le atribuían, pero de ahí a que Balbino lo confundiera con Juan Primito había alguna distancia. Ni necesitaba tampoco creer en aquellos poderes para servirle fielmente, porque él tenía el alma del espaldero genuino, que no es un hombre cualquiera, sino uno muy especial, en quien tienen que encontrarse reunidas dos condiciones que parecen excluirse: inconciencia absoluta y lealtad a toda prueba.
Así le servía a doña Bárbara, no sólo para aquello de brujear caballos, oficio que podía desempeñar otro cualquiera, sino para cosas más graves, y sirviéndole así no lo animaba, propiamente, la idea de lucro, porque la no es un trabajo, sino una función natural. Balbino Paiba, en cambio, podría ser todo menos esto, pues no pensaba sino en sacar provecho, y era traidor por naturaleza. Otra clase de hombres, por los cuales Melquíades sentía el más profundo desprecio.
Léxico:
Brujeador: Persona práctica en cazar bestias bravías, persiguiéndolas
día y noche sin dejarlas ni pacer ni dormir.
Mostrencos: caballos
Fundo: finca, cortijo
Altamira: nombre de un cortijo
El Miedo: nombre de un cortijo
Hatajo: grupo de caballos
Espaldero: hombre de confianza, matón
Espaldaría: actitud del hombre de confianza, del matón
Brujear caballos: cazar bestias bravías, sin dejarlas ni pacer ni
dormir.
ACTIVIDADES:
1. Lectura.
2. Resumen en diez líneas.
3. ¿En qué país se desarrolla la acción?
4. ¿Cómo te imaginas el paisaje de la sabana?
5. ¿Cómo podría ser Melquíades tanto física como
psicológicamente?
6. ¿Cómo será doña Bárbara?
7. ¿En qué otros ambientes se da el “espaldero”?
8. ¿De qué actividad económica vivirían en esos
fundos?
9. ¿Qué opinión desde el punto de vista literario te
merece el fragmento?