sábado, 24 de octubre de 2020

ACERCÁNDOTE AL MODERNISMO LITERARIO (2020) Juan José Pérez Acosta



 Modernismo literario.


A mitad del XIX en el mundo literario triunfa el Realismo con lo que supone de reflejo de un mundo imperfecto e inarmónico. Ante él surgen, en diversos focos, diferentes movimientos reactivos. Así el modernismo hispano nace como un ruptura con esa estética vigente. Se inicia en torno a 1880 y se desarrolla hasta la Primera Guerra Mundial, sobre todo en Europa, para dilatarse en el mundo americano hispano.


Tal ruptura se enlaza con la amplia crisis espiritual de fin de siglo. Tradicionalmente, se ha asociado su comienzo a la publicación, en 1888, de Azul, de Rubén Darío. En sus raíces está en desacuerdo con la civilización burguesa, herencia del Posromanticismo, sobre todo en poesía. En las artes plásticas el Modernismo literario se corresponde con el Art Nouveau, Modern Style, Sezession, Jugendstil, Liberty y Floreale.

El modernismo hispánico posee rasgos comunes con los movimientos europeos del Parnasianismo (poesía destinada a la perfección formal, con exotismo y predominio sensorial) y del Simbolismo (el efecto rítmico con variada musicalidad). En menor medida, también se relaciona con el Decadentismo y el Prerrafaelismo.


El modernismo brilla en poesía, con importantes ejemplos en prosa de cuentos y novelas. Se caracteriza por una ambigua rebeldía creativa de refinamiento narcisista, aristocrático y el culturalismo literario( RAE culturalismo: “Utilización, a veces ostentosa, de referencias cultas en obras de creación artística o intelectual”) con su anticonformismo renovador frente al Realismo.

Sus temas revelan un afán por la armonía frente al mundo inarmónico, con ansia de plenitud y perfección y, una búsqueda del escritor como guía de los valores verdaderos.




Características


Rechazo de la realidad cotidiana.


Actitud elitista y preciosista, que busca la perfección formal con cierto individualismo.


Alternancia entre la melancolía y la vitalidad.


Búsqueda de la belleza con la adjetivación cromática, imágenes sensuales y musicalidad.


Uso de la métrica grecolatina y tradicional en español, para renovados usos.


Aprovechamiento de la mitología y de la sensualidad.


Renovación léxica con helenismos, cultismos y galicismos, que busca asombro y admiración.


Poesía serena y equilibrada.



Temas.


La desazón típica del romanticismo: el hastío de la vida y una profunda tristeza, junto a la melancolía y la angustia.


Búsqueda de la soledad y rechazo de la sociedad.


El escapismo, evasión de la realidad del tiempo y del espacio.


El amor y el erotismo idealizados. El tema del amor imposible se presenta con diferencias al ideal romántico. Hay un contraste entre el profundo y delicado amor y un intenso erotismo.


El cosmopolitismo que muestra el anhelo de distinción y aristocracia.


Los temas americanos, en especial los temas indígenas, muchas veces en defensa de aborígenes.


Lo hispano como antecedente histórico armonioso frente al mundo inarmónico.


Uso de un lenguaje culto y formal.




Principales autores modernistas


El Modernismo cuenta con un elevado número de escritores en América y España. Algunos han tenido verdadera repercusión internacional y otros han quedado reducidos al ámbito nacional. Un aspecto común fueron sus viajes realizados con los que conocieron y se dieron a conocer.


Rubén Darío es, sin lugar a dudas, el más influyente, pero también hay otros que influyeron fuera de sus países de origen. Otros serían: José Martí, Henríquez Ureña, Julián del Casal, Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, Enrique Gómez Carrillo, Manuel González Prada, Amado Nervo, José Asunción Silva, Enrique González Martínez, Salvador Rueda, Manuel Díaz Rodríguez, Tomás Morales, Antonio y Manuel machado, Juan Ramón Jiménez,...

                                                  


                                                             Juan José Pérez Acosta



Fuentes bibliográficas:


Crespo, Ángel (ed.): Antología de la poesía modernista. Tarragona, Tárraco, 1980.


Fernández Molina, Antonio (ed.): Antología de la poesía modernista. Madrid, Júcar, 1981.


Jiménez, José Olivio: Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana. Madrid, Hiperión, 1989 (2ª edición).


Gullón, Germán. La modernidad silenciada. Madrid: Biblioteca Nueva, 2005.


Gutiérrez, José Ismael. Perspectivas sobre el modernismo hispanoamericano. Madrid: Pliegos, 2007.


Henríquez Ureña, Max. Breve historia del modernismo, México: Fondo de cultura Económica, 1978.


Rico, Francisco. Historia y crítica de la Literatura española: Modernismo y 98. Barcelona: Crítica, 1980.



ACTIVIDADES:


1-¿Cuándo nace el Modernismo?

2-¿Contra qué movimiento literario reacciona?

3-¿Con qué otros movimientos literarios coincide?

4- Señala tres características que observes de este movimiento.

5- Señala tres temas habituales.

6- Define: cosmopolitismo, elitista, escapismo, desazón, erotismo, 

hastío.



domingo, 18 de octubre de 2020

ACERCÁNDOTE A BÉCQUER, SELECCIÓN DE "LEYENDAS" Lectura y Actividades. (2020)

 Leyendas

Los ojos verdes.

(Fragmento)

Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma.

Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tales cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día.

[...]

III

 

-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares, ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche, profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.

 El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen.

 Sobre una de estas rocas, sobre una que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba temblando, el primogénito de Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia.

 Ella era hermosa, hermosa y pálida, como una estatua de alabastro. Uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas, como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro. 

 Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero sólo exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos.

 -¡No me respondes! -exclamó Fernando, al ver burlada su esperanza-; ¿querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer...

 -O un demonio... ¿Y si lo fuese?

 El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebató de amor:

 -Si lo fueses... te amaría... te amaría, como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más allá de ella.

 -Fernando -dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-: yo te amo más aún que tú me amas; yo que desciendo hasta un mortal, siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas; incorpórea como ellas, fugaz y transparente, hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes le premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi cariño extraño y misterioso.

Mientras ella hablaba así, el joven, absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuente desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca. La mujer de los ojos verdes prosiguió así:

 -¿Ves, ves el límpido fondo de ese lago, ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales... y yo... yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio, y que no puede ofrecerte nadie... Ven, la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino... las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles, el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven... ven...

La noche comenzaba a extender sus sombras, la luna rielaba en la superficie del lago, la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la oscuridad como los fuegos

fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas... Ven... ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro. Ven... y la mujer misteriosa le llamaba al borde del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un beso... un beso...

 Fernando dio un paso hacia ella... otro... y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve... y vaciló... y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre.

 Las aguas saltaron en chispas de luz, y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.


ACTIVIDADES.

1- Lectura.

2- Resume el texto.

3- ¿Podría haber sido cierta esta "Leyenda"? ¿Conoces alguna similar?




ACERCÁNDOTE A BÉCQUER. SELECCIÓN DE "RIMAS". Lectura y Actividades. (2020)

 Gustavo Adolfo Bécquer

Rimas

Rima I

Yo sé un himno gigante y extraño

que anuncia en la noche del alma una aurora,

y estas páginas son de este himno

cadencias que el aire dilata en la sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre

domando el rebelde, mezquino idioma,

con palabras que fuesen a un tiempo

suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra

capaz de encerrarle, y apenas ¡oh hermosa!

si teniendo en mis manos las tuyas

pudiera, al oído, cantártelo a solas.

___________________________________

Rima IV

No digáis que agotado su tesoro,

de asuntos falta, enmudeció la lira.

Podrá no haber poetas, pero siempre

habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso

palpiten encendidas,

mientras el sol las desgarradas nubes

dé fuego y oro vista,

mientras el aire en su regazo lleve

perfumes y armonías,

mientras haya en el mundo primavera,

¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

y en el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista,

mientras la humanidad siempre avanzando

no sepa a do camina,

mientras haya un misterio para el hombre,

¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,

sin que los labios rían,

mientras se llore, sin que el llanto acuda

a nublar la pupila,

mientras el corazón y la cabeza

batallando prosigan,

mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen

los ojos que los miran,

mientras responda el labio suspirando

al labio que suspira,

mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas,

mientras exista una mujer hermosa,

¡habrá poesía!

___________________________________

Rima XI

—Yo soy ardiente, yo soy morena,

yo soy el símbolo de la pasión,

de ansia de goces mi alma está llena.

¿A mí me buscas?

—No es a ti, no.

—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:

puedo brindarte dichas sin fin,

yo de ternuras guardo un tesoro.

¿A mí me llamas?

—No, no es a ti.

—Yo soy un sueño, un imposible,

vano fantasma de niebla y luz;

soy incorpórea, soy intangible:

no puedo amarte.

—¡Oh ven, ven tú!

___________________________________

Rima LIII


Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres...

¡esas... no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar, 

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día...

¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido...; desengáñate,

¡así... no te querrán!

ACTIVIDADES:

1-Lectura detenida de cada RIMA.

2-Estudiemos la LIII. Mide sus ocho primeros versos. Señala los SUJETOS de cada verbo.

Analiza morfológicamente cada verbo de esos cho primeros versos. Subraya las sílabas tónicas en cada uno de ellos.

3-¿De qué tratan las RIMAS en general?




ACERCÁNDOTE A ESPRONCEDA "LA CANCIÓN DEL PIRATA". LECTURA CON ACTIVIDADES. (2020)

 

ROMANTICISMO


José de Espronceda.


La canción del pirata.


Con diez cañones por banda,

viento en popa, a toda vela,

no corta el mar, sino vuela

un velero bergantín.

Bajel pirata que llaman,

por su bravura, El Temido,

en todo mar conocido

del uno al otro confín.


La luna en el mar riela

en la lona gime el viento,

y alza en blando movimiento

olas de plata y azul;

y va el capitán pirata,

cantando alegre en la popa,

Asia a un lado, al otro Europa,

y allá a su frente Istambul:


Navega, velero mío

sin temor,

que ni enemigo navío

ni tormenta, ni bonanza

tu rumbo a torcer alcanza,

ni a sujetar tu valor.


Veinte presas

hemos hecho

a despecho

del inglés

y han rendido

sus pendones

cien naciones

a mis pies.


Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.


Allá; muevan feroz guerra

ciegos reyes

por un palmo más de tierra;

que yo aquí; tengo por mío

cuanto abarca el mar bravío,

a quien nadie impuso leyes.


Y no hay playa,

sea cualquiera,

ni bandera

de esplendor,

que no sienta

mi derecho

y dé pechos mi valor.


Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.


A la voz de "¡barco viene!"

es de ver

cómo vira y se previene

a todo trapo a escapar;

que yo soy el rey del mar,

y mi furia es de temer.


En las presas

yo divido

lo cogido

por igual;

sólo quiero

por riqueza

la belleza

sin rival.


Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.


¡Sentenciado estoy a muerte!

Yo me río

no me abandone la suerte,

y al mismo que me condena,

colgaré de alguna antena,

quizá; en su propio navío

Y si caigo,

¿qué es la vida?

Por perdida

ya la di,

cuando el yugo

del esclavo,

como un bravo,

sacudí.


Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.

Son mi música mejor

aquilones,

el estrépito y temblor

de los cables sacudidos,

del negro mar los bramidos

y el rugir de mis cañones.

Y del trueno

al son violento,

y del viento

al rebramar,

yo me duermo

sosegado,

arrullado

por el mar.


Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.

Reo de muerte

Para hacer bien por el alma

del que van a ajusticiar!!!


ACTIVIDADES:


1-Lee cada estrofa con detenimiento.

2-Resume el contenido de cada una de ellas.

3-Analiza métricamente la primera estrofa, que consta de ocho versos. (Mide los versos y aplica tus conocimientos. Si no los recuerdas, separa sílabas y marca los sílaba tónicas, es decir, aquéllas que llevan "la fuerza de voz".

4-¿Te cuesta entender el texto? Explícalo en tres líneas de forma sencilla.






lunes, 12 de octubre de 2020

Acercándonos a Rubén Darío... De "Prosas Profanas" SONATINA .

 

RUBÉN DARÍO


                                                                                                 


PROSAS PROFANAS (1896)


SONATINA


La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa,

que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro,

está mudo el teclado de su clave sonoro,

y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.


El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.

Parlanchina, la dueña dice cosas banales,

y vestido de rojo piruetea el bufón.

La princesa no ríe, la princesa no siente;

la princesa persigue por el cielo de Oriente

la libélula vaga de una vaga ilusión.


¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,

o en el que ha detenido su carroza argentina

para ver de sus ojos la dulzura de luz?

¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,

o en el que es soberano de los claros diamantes,

o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?


¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa

quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,

tener alas ligeras, bajo el cielo volar;

ir al sol por la escala luminosa de un rayo,

saludar a los lirios con los versos de mayo

o perderse en el viento sobre el trueno del mar.


Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,

ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,

ni los cisnes unánimes en el lago de azur.

Y están tristes las flores por la flor de la corte,

los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,

de Occidente las dalias y las rosas del Sur.


¡Pobrecita princesa de los ojos azules!

Está presa en sus oros, está presa en sus tules,

en la jaula de mármol del palacio real;

el palacio soberbio que vigilan los guardas,

que custodian cien negros con sus cien alabardas,

un lebrel que no duerme y un dragón colosal.


¡Oh, quién fuera hipsípila que dejó la crisálida!

(La princesa está triste, la princesa está pálida)

¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!

¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,

la princesa está pálida, la princesa está triste—,

más brillante que el alba, más hermoso que abril!


«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;

en caballo, con alas, hacia acá se encamina,

en el cinto la espada y en la mano el azor,

el feliz caballero que te adora sin verte,

y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,

a encenderte los labios con un beso de amor».



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De Rubén Darío en AZUL... LA NINFA Cuento parisiense.

 



RUBÉN DARÍO 


AZUL





 LA NINFA


CUENTO PARISIENSE


En el castillo que últimamente acababa de adquirir Lesbia, esa actriz caprichosa y endiablada que tanto ha dado que decir al mundo por sus extravagancias, nos hallábamos a la mesa hasta seis amigos. Presidía nuestra Aspasia, quien a la sazón se entretenía en chupar como niña golosa, un terrón de azúcar húmeda, blanco entre las yemas sonrosadas. Era la hora del chartreuse. Se veía en los cristales de la mesa como una disolución de piedras preciosas, y la luz de los candelabros se descomponía en las copas medio vacías, donde quedaba algo de la púrpura del borgoña, del oro hirviente del champaña, de las líquidas esmeraldas de la menta.

Se hablaba con el entusiasmo de artistas de buena pasta, tras una buena comida. Éramos todos artistas, quien más, quien menos, y aún había un sabio obeso que ostentaba en la albura de una pechera inmaculada, el gran nudo de una corbata monstruosa.

Alguien dijo: –¡Ah, sí, Fremiet! –Y de Fremiet se pasó a sus animales, a su cincel maestro, a dos perros de bronce que, cerca de nosotros, uno buscaba la pista de la pieza, y otro, como mirando al cazador, alzaba el pescuezo y arbolaba la delgadez de su cola tiesa y erecta. ¿Quién habló de Mirón? El sabio, que recitó en griego el epigrama de Anacreonte: «Pastor, lleva a pastar más lejos tu boyada, no sea que creyendo que respira la vaca de Mirón, la quieras llevar contigo».

Lesbia acabó de chupar su azúcar, y con una carcajada argentina: –¡Bah! Para mí los sátiros. Yo quisiera dar vida a mis bronces, y si esto fuera posible, mi amante sería uno de esos velludos semidioses. Os advierto que más que a los sátiros adoro a los centauros; y que me dejaría robar por uno de esos monstruos robustos, sólo por oír las quejas del engañado, que tocaría su flauta lleno de tristeza.


El sabio interrumpió:

¡Bien! Los sátiros y los faunos, los hipocentauros y las sirenas, han existido, como las salamandras y el ave Fénix.

Todos reímos, pero entre el coro de carcajadas, se oía irresistible, encantadora, la de Lesbia, cuyo rostro encendido, de mujer hermosa, estaba como resplandeciente de placer.

–Sí –continuó el sabio–, ¿con qué derecho negamos los modernos hechos que afirman los antiguos? El perro gigantesco que vio Alejandro, alto como un hombre, es tan real como la araña Kraken, que vive en el fondo de los mares. San Antonio Abad, de edad de noventa años, fue en busca del viejo ermitaño Pablo, que vivía en una cueva. Lesbia, no te rías. Iba el santo por el yermo, apoyado en su báculo, sin saber dónde encontrar a quien buscaba. A mucho andar, ¿sabéis quién le dio señas del camino que debía seguir? Un centauro, medio hombre y medio caballo –dice un autor– hablaba como enojado; huyó tan violentamente, que presto, le perdió de vista el santo; así iba galopando el monstruo, cabellos al aire y vientre a tierra.

En ese mismo viaje, San Antonio vio un sátiro «hombrecillo de extraña figura, estaba junto a un arroyuelo, tenía las narices corvas, frente áspera y arrugada, y la última parte de su contrahecho cuerpo remataba con pies de cabra».

–Ni más ni menos –dijo Lesbia–, ¡M. de Cocureau, futuro miembro del Instituto!

Siguió el sabio:

Afirma San Jerónimo que en tiempo de Constantino Magno se condujo a Alejandro un sátiro vivo, siendo conservado su cuerpo cuando murió.

Además, viole el emperador en Antioquía.

Lesbia había vuelto a llenar su copa de menta, y humedecía la lengua en el licor verde como lo haría un animal felino.

–Dice Alberto Magno, que en su tiempo cogieron a dos sátiros en los montes de Sajonia. Enrico Zormano asegura que en tierras de Tartana había hombres con un solo pie, y un solo brazo en el pecho. Vincencio vio en su época un monstruo que trajeron al rey de Francia; tenía cabeza de perro; (Lesbia reía) los muslos, brazos y manos tan sin vello como los nuestros (Lesbia se agitaba como una chicuela a quien hiciesen cosquillas); comía carne cocida y bebía vino con todas ganas.

–¡Colombine! –gritó Lesbia. Y llegó Colombine, una falderilla que parecía un copo de algodón. Tomóla su ama, y entre las explosiones de risa de todos:

–¡Toma, el monstruo que tenía tu cara!

Y le dio un beso en la boca, mientras el animal se estremecía e inflamaba las naricitas como lleno de voluptuosidad.

–Y Filegón Traliano –concluyó el sabio elegantemente– afirma la existencia de dos clases de hipocentauros: una de ellas como elefantes. Además...

–Basta de sabiduría –dijo Lesbia. Y acabó de beber menta. Yo estaba feliz. No había despegado mis labios. –¡Oh! –exclamé– ¡para mí las ninfas! Yo desearía contemplar esas desnudeces de los bosques y de las fuentes, aunque como Acteón, fuese despedazado por los perros. Pero las ninfas no existen.

Concluyó aquel concierto alegre, con una gran fuga de risas, y de personas.

¡Y qué! –me dijo Lesbia, quemándome con sus ojos de faunesa y con voz callada como para que sólo yo la oyera–, ¡las ninfas existen, tú las verás!

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Era un día primaveral. Yo vagaba por el parque del castillo, con el aire de un soñador empedernido. Los gorriones chillaban sobre las lilas nuevas, y atacaban a los escarabajos que se defendían de los picotazos con sus corazas de esmeralda, con sus petos de oro y acero. En las rosas el carmín, el bermellón, la onda penetrante de perfumes dulces; más allá las violetas, en grandes grupos, con su color apacible y su olor a virgen. Después los altos árboles, los ramajes tupidos llenos de mil abejeos, las estatuas en la penumbra, los discóbolos de bronce, los gladiadores musculosos en sus soberbias posturas gímnicas, las glorietas perfumadas cubiertas de enredaderas, los pórticos, bellas imitaciones jónicas, cariátides todas blancas y lascivas, y vigorosos telamones del orden atlántico, con anchas espaldas y muslos gigantescos. Vagaba por el laberinto de tales encantos cuando oí un ruido, allá en lo oscuro de la arboleda, en el estanque donde hay cisnes blancos como cincelados en alabastro, y otros que tienen la mitad del cuello del color del ébano, como una pierna alba con media negra.

Llegué más cerca. ¿Soñaba? ¡Oh, Numa! Yo sentí lo que tú, cuando viste en su gruta por primera vez a Egeria.

Estaba en el centro del estanque, entre la inquietud de los cisnes espantados, una ninfa, una verdadera ninfa, que hundía su carne de rosa en el agua cristalina. La cadera a flor de espuma parecía a veces como dorada por la luz opaca que alcanzaba a llegar por la brecha de las hojas. ¡Ah!, yo vi lirios, rosas, nieve, oro; vi un ideal con vida y forma, y oí entre el burbujeo sonoro de la linfa herida, como una brisa burlesca y armoniosa, que me encendía la sangre.

De pronto huyó la visión, surgió la ninfa del estanque, semejante a Citerea en su onda, y recogiendo sus cabellos que goteaban brillantes, corrió por los rosales, tras las lilas y violetas, más allá de los tupidos arbolares, hasta ocultarse a mi vista, hasta perderse, ¡ay!, por un recodo; y quedé yo, poeta lírico, fauno burlado, viendo a las grandes aves alabastrinas como mofándose de mí, tendiéndome sus largos cuellos en cuyo extremo brillaba bruñida el ágata de sus picos.

Después, almorzábamos juntos aquellos amigos de la noche pasada; entre todos, triunfante, con su pechera y su gran corbata oscura, el sabio obeso, futuro miembro del Instituto. Y de repente, mientras todos charlaban de la última obra de Fremiet en el salón, exclamó Lesbia con su alegre voz parisiense:

–¡Té!, como dice Tartarín: ¡el poeta ha visto ninfas!…

La contemplaron todos asombrados, y ella me miraba, me miraba como una gata, y se reía, como una chiquilla a quien se le hiciesen cosquillas. 


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(De la edición RUBÉN DARÍO AZUL Imprenta y litografía Excelsior. Valparaíso. 1888)
















Rubén Darío

1867-1916

Nicaragua

"Príncipe de las letras castellanas"

domingo, 11 de octubre de 2020

ACERCÁNDOTE A RUBÉN DARÍO, LÍDER Y SÍMBOLO DEL MODERNISMO HISPANO. (2020) por JJPérezAcosta

 




Rubén Darío (1867-1916)



Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, nació y murió en Nicaragua, concretamente vio la luz en Metapa el 18 de enero de 1867 para dejarla de ver en León, el 6 de febrero de 1916.


Fue un poeta, periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es, tal vez, el poeta que ha tenido más influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispano. Es llamado «príncipe de las letras castellanas».


De joven demostró su gran capacidad intelectual y artística en el ámbito literario. Desde sus años de estudio en la capital, Managua, le seguiría una vida llena de viajes y largas estancias en numerosos países de América y de Europa. Su relación con el ambiente diplomático y literario así se lo facilitó. Por ello tuvo innumerables encuentros y amistades a lo largo de toda su vida y siempre gozó de gran fama entre intelectuales y clases populares.


Además de en Nicaragua, vivió en casi todos los países de Centroamérica, en Chile, Argentina, Uruguay, Cuba, Estados Unidos, España y Francia.


En España, Darío despertó la admiración de poetas defensores del Modernismo como Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán y Jacinto Benavente entre otros.


En los primeros años del siglo XX, Darío fijó su residencia en París y alcanzó cierta estabilidad. En 1902, Darío conoció a un joven poeta español, Antonio Machado, declarado admirador de su obra. En marzo de 1903 fue nombrado cónsul de Nicaragua, lo cual le permitió vivir con desahogo económico. Luego sería también embajador en Madrid.


Tras abandonar la diplomacia, se trasladó de nuevo a París, donde se dedicó a preparar nuevos libros. Por entonces, su alcoholismo le causaba frecuentes problemas de salud, y crisis psicológicas, con episodios de exaltación mística y con una marcada obsesión por  la muerte.


Al estallar la Primera Guerra Mundial, partió hacia América, para defender el pacifismo, e instalarse definitivamente en Nicaragua. Llegó a la ciudad de su infancia, León, el 7 de enero de 1916, y murió menos de un mes después, el 6 de febrero. Las honras fúnebres duraron varios días y fue sepultado en la Catedral de León.


El archivo de Darío fue donado por su familia al gobierno de España en 1956 y ahora está en la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.


La poesía de Darío


Destaca con sus obras fundamentales: Azul... (1888), Prosas profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905).


Azul... (1888), considerado el libro inaugural del Modernismo hispanoamericano, recoge tanto relatos en prosa como poemas, cuya variedad métrica llamó la atención de la crítica. Presenta ya algunas preocupaciones características de Darío, como la expresión de su insatisfacción ante la sociedad. En 1890 vio la luz una segunda edición del libro, aumentada con nuevos textos, entre los cuales se añadiría una serie de sonetos en alejandrinos.


La etapa de plenitud del Modernismo y de su obra poética destaca en Prosas profanas y otros poemas, colección de poemas en las que la presencia de lo erótico es más importante, y donde no faltan los temas esotéricos. En este libro están ya todas sus imágenes exóticas: la Francia del siglo XVIII, Italia, la España medieval, la mitología griega, etc.


En 1905, Darío publicó Cantos de vida y esperanza, obra más intimista y reflexiva ,aunque sin renunciar al ideario modernista. Simultáneamente, produce su “poesía cívica”, línea que se acentuará en El canto errante (1907) y en Canto a la Argentina y otros poemas (1914).

El sesgo intimista de su obra se acentúa. En cambio, en Poema del otoño y otros poemas (1910), se muestra una sencillez formal sorprendente.


No todos los poemas de Darío fueron recogidos en libros en vida del poeta. Muchos, aparecidos en publicaciones periódicas, fueron recopilados después de su muerte.


RECURSOS FORMALES


Métrica

    Para él, como para todos los modernistas, la poesía era música. De ahí que concediese una enorme importancia al ritmo. Su obra supuso una revolución en la métrica castellana. Junto a la basada en el octosílabo y el endecasílabo, Darío empleó versos poco frecuentes, o en desuso, el eneasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino.


    Darío es el mayor y mejor exponente de la adaptación de los ritmos de las literaturas clásicas a la lírica hispánica. Mientras cultiva los ritmos tradicionales, también dará forma a los propios.


Léxico


    Destaca por la renovación del lenguaje poético, presente en sus poemas. Gran parte del vocabulario se encamina a la creación de efectos exóticos. Destacan los campos semánticos que traslucen un exquisito refinamiento.


    Con frecuencia introduce cultismos del latín o griego y neologismos de propia creación, con personajes y elementos mitológicos.


Figuras retóricas


    Una de las figuras destacada en la obra de Darío es la sinestesia, mediante la cual se logra asociar sensaciones propias de distintos sentidos: en especial la vista (la pintura) y el oído (la música).


Símbolos


    El símbolo más característico de la poesía de Darío es el cisne, identificado con el Modernismo. Su presencia será obsesiva. Otros menos recurrentes serán : el centauro, la mariposa o el pavo real y el frecuente ambiente en azul. En su poesía también se suceden imágenes espaciales: parques, jardines y torres, símbolos para expresar su vida interior, muchas veces marcada por el aislamiento.


TEMAS:


Erotismo

    Se trata del tema esencial de su obra poética, al que todos los demás están subordinados. Es un erotismo sensorial, cuya finalidad es el placer. Al contrario que otros poeta en la tradición literaria, no se deja asociar con una “amada ideal”, sino con amores coyunturales.


Exotismo

    Ese erotismo se desarrolla en escenarios exóticos, lejanos en el espacio y en el tiempo. Esto se interpretará en los poetas modernistas como rechazo a la cotidianidad.  La poesía de Darío (salvo en los poemas cívicos, Canto a la Argentina, o Oda a Mitre), excluye la actualidad en que vive.  Mientras se centra en escenarios remotos: en la mitología de la antigua Grecia, la Francia galante del siglo XVIII, Italia, la Alemania del Romanticismo, España, China, Japón, la India y el Israel bíblico. También merece destacarse en su poética una imagen idealizada de las civilizaciones precolombinas.


Ocultismo

    Pese a su apego por lo sensorial, reflexiona sobre la existencia y el sentido de la vida. Su religiosidad se aparta de la ortodoxia para refugiarse en el sincretismo del fin de siglo, que mezcla influencias orientales, paganismo y corrientes ocultistas como el pitagorismo o la teosofía.


Temas cívicos y sociales

    Darío trabajó también una faceta de poeta social y cívico. Por encargo o por deseo propio, compuso para exaltar héroes y hechos nacionales, así como para criticar y denunciar los males sociales y políticos.


La prosa de Darío


    A menudo se olvida que gran parte de su producción literaria fue prosa. Un heterogéneo conjunto de escritos, la mayor parte de los cuales, se publicó en periódicos, si bien algunos de ellos fueron recopilados en libros.


Darío y el modernismo


    Darío es citado como el iniciador y máximo representante del modernismo hispánico, aunque otros habían comenzado a explorar la nueva estética antes de que publicara Azul….(1888), obra considerada fundacional para el Modernismo.


    Así y todo, no puede negarse que Darío es el poeta modernista más influyente, y el que mayor éxito alcanzó, tanto en vida como después de su muerte.


    Además, fue el primer poeta que articuló las innovaciones en una poética coherente. De forma voluntaria o no, sobre todo a partir de Prosas profanas, se convirtió en la cabeza visible del nuevo movimiento literario.


Rubén Darío y la “Generación del 98” (1898).


    Desde su segunda visita a España, Darío se llegó a ser el maestro e inspirador de un grupo de escritores, entre los que estaban Juan Ramón Jiménez, Ramón Pérez de Ayala, Francisco Villaespesa, Valle-Inclán, Antonio y Manuel Machado.


Legado


    La influencia de Darío fue inmensa a principios de siglo, tanto en España como en América. Se convirtió en un poeta muy popular, cuyas obras se memorizaban en las escuelas de los países hispanohablantes y eran imitadas por cientos de jóvenes poetas. Después de la Primera Guerra Mundial, con el nacimiento de las vanguardias, los poetas volvieron la espalda a la estética modernista, que consideraban anticuada y retórica.


    Los poetas del siglo XX han mostrado hacia la obra de Darío actitudes divergentes.

                                                

                                                              

                                        JUAN JOSÉ PÉREZ  ACOSTA




Obra

Poesía (primeras ediciones)

Abrojos. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.

Rimas. Santiago de Chile: Imprenta Cervantes, 1887.

Azul.... Valparaíso: Imprenta Litografía Excelsior, 1888. Segunda edición, ampliada: Guatemala: Imprenta de La Unión, 1890. Tercera edición: Buenos Aires, 1905.

Canto épico a las glorias de Chile Editor MC0031334: Santiago de Chile, 1887.

Primeras notas, [Epístolas y poemas, 1885]. Managua: Tipografía Nacional, 1888.

Prosas profanas y otros poemas. Buenos Aires, 1896. Segunda edición, ampliada: París, 1901.

Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas. Madrid, Tipografía de Revistas de Archivos y Bibliotecas, 1905.

Oda a Mitre. París: Imprimerie A. Eymeoud, 1906.

El canto errante. Madrid, Tipografía de Archivos, 1907.

Poema del otoño y otros poemas, Madrid: Biblioteca "Ateneo", 1910.

Canto a la Argentina y otros poemas. Madrid, Imprenta Clásica Española, 1914.

Lira póstuma. Madrid, 1919.

Prosa (primeras ediciones)

Los raros. Buenos Aires: Talleres de "La Vasconia", 1896. Segunda edición, aumentada: Madrid: Maucci, 1905.

España contemporánea. París: Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.

Peregrinaciones. París. Librería de la Vda. de Ch. Bouret, 1901.

La caravana pasa. París: Hermanos Garnier, 1902.

Tierras solares. Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, 1904.

Opiniones. Madrid: Librería de Fernando Fe, 1906.

El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical. Madrid: Biblioteca "Ateneo", 1909.

Letras (1911).

Todo al vuelo. Madrid: Juan Pueyo, 1912.

La vida de Rubén Darío escrita por él mismo. Barcelona: Maucci, 1913.

La isla de oro (1915) (inconclusa).

Historia de mis libros. Madrid, Librería de G. Pueyo, 1916.

Prosa dispersa. Madrid, Mundo Latino, 1919.

Obras completas

Obras completas. Prólogo de Alberto Ghiraldo. Madrid: Mundo Latino, 1917-1919 (22 volúmenes).

Obras completas. Edición de Alberto Ghiraldo y Andrés González Blanco. Madrid: Biblioteca Rubén Darío, 1923-1929 (22 volúmenes).

Obras poéticas completas. Madrid: Aguilar, 1932.

Obras completas. Edición de M. Sanmiguel y Emilio Gascó Contell. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950-1953 (5 volúmenes).

Poesías. Edición de Ernesto Mejía Sánchez. Estudio preliminar de Enrique Ardenson Imbert. México: Fondo de Cultura Económica, 1952.

Poesías completas. Edición de Alfonso Méndez Plancarte. Madrid: Aguilar, 1952. Edición revisada, por Antonio Oliver Belmás, en 1957.

Obras completas. Madrid: Aguilar, 1971 (2 volúmenes).

Obras completas. Edición de Julio Ortega con la colaboración de Nicanor Vélez. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2007- ISBN 978-84-8109-704-7.