jueves, 16 de septiembre de 2021

JOSÉ ASUNCIÓN SILVA "A TI". Práctica sobre el poema JJPérezAcosta.

 



JOSÉ ASUNCIÓN SILVA


Bogotá 27-11-1865 24-05-1896


A ti


Tú no lo sabes, mas yo he soñado

entre mis sueños color de armiño,

horas de dicha con tus amores,

besos ardientes, quedos suspiros

cuando la tarde tiñe de oro

esos espacios que juntos vimos,

cuando mi alma su vuelo emprende

a las regiones de lo infinito.



ACTIVIDADES:


1-Lectura en voz alta. Cuida el ritmo: detente en cada “coma”, al 

final de cada verso “detente” más.


2-Copia el poema, pero pásalo a prosa. Con ello el texto se 

entenderá mejor. Podría quedar así o de una manera parecida.


Tú no lo sabes, mas yo he soñado entre mis sueños color de armiño, 

horas de dicha con tus amores, besos ardientes, quedos suspiros 

cuando la tarde tiñe de oro esos espacios que juntos vimos, cuando 

mi alma su vuelo emprende a las regiones de lo infinito.


3- Ahora sustituye palabras que te resulten “difíciles” por otras más 

“habituales”


Tú no lo sabes, pero (mas) yo he soñado entre mis sueños de color 

 blanco (de armiño), horas de alegría (dicha) con tus amores,(con 

tus) besos ardientes, silenciosos (quedos) suspiros cuando la tarde 

ilumina (tiñe) de oro esos lugares (espacios) que juntos vimos, 

cuando mi alma su vuelo emprende a las regiones de lo infinito.


4- Simplifiquemos el texto de algunas palabras


Tú no lo sabes, pero yo he soñado … con tus amores … cuando la 

tarde ilumina ... esos lugares que ... vimos, …


5- Ahora volvemos al texto inicial...Separamos sílabas en cada 

verso. Las contamos y ponemos el número. Esas son la “sílabas 

gramaticales”, ahora veamos cómo se miden de forma”poética”…



6- Ahora veamos los finales de cada verso...Fíjate en las dos últimas 

sílabas...Compara esos finales… Buscamos la “rima”...



lunes, 28 de junio de 2021

MIGUEL DELIBES EL CAMINO CAP 1

 




Miguel Delibes


El camino

capítulo I


Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Daniel, el Mochuelo, desde el fondo de sus once años, lamentaba el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara como una realidad inevitable y fatal. Después de todo, que su padre aspirara a hacer de él algo más que un quesero era un hecho que honraba a su padre. Pero por lo que a él afectaba...


Su padre entendía que esto era progresar; Daniel, el Mochuelo, no lo sabía exactamente. El que él estudiase el Bachillerato en la ciudad podía ser, a la larga, efectivamente, un progreso.


Ramón, el hijo del boticario, estudiaba ya para abogado en la ciudad, y cuando les visitaba, durante las vacaciones, venía empingorotado como un pavo real y les miraba a todos por encima del hombro; incluso al salir de misa los domingos y fiestas de guardar, se permitía corregir las palabras que don José, el cura, que era un gran santo, pronunciara desde el púlpito.


Si esto era progresar, el marcharse a la ciudad a iniciar el Bachillerato, constituía, sin duda, la base de este progreso. Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro normalmente desarrollado.


No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después, los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel?


Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo —pensaba el Mochuelo— y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas.


Daniel, el Mochuelo, se revolvió en el lecho y los muelles de su camastro de hierro chirriaron desagradablemente. Que él recordase, era ésta la primera vez que no se dormía tan pronto caía en la cama. Pero esta noche tenía muchas cosas en qué pensar. Mañana, tal vez, no fuese ya tiempo. Por la mañana, a las nueve en punto, tomaría el rápido ascendente y se despediría del pueblo hasta las Navidades. Tres meses encerrado en un colegio.


A Daniel, el Mochuelo, le pareció que le faltaba aire y respiró con ansia dos o tres veces. Presintió la escena de la partida y pensó que no sabría contener las lágrimas, por más que su amigo Roque, el Moñigo, le dijese que un hombre bien hombre no debe llorar aunque se le muera el padre. Y el Moñigo tampoco era cualquier cosa, aunque contase dos años más que él y aún no hubiera empezado el Bachillerato. Ni lo empezaría nunca, tampoco. Paco, el herrero, no aspiraba a que su hijo progresase; se conformaba con que fuera herrero como él y tuviese suficiente habilidad para someter el hierro a su capricho. ¡Ése sí que era un oficio bonito! Y para ser herrero no hacía falta estudiar catorce años, ni trece, ni doce, ni diez, ni nueve, ni ninguno. Y se podía ser un hombre membrudo y gigantesco, como lo era el padre del Moñigo. Daniel, el Mochuelo, no se cansaba nunca de ver a Paco, el herrero, dominando el hierro en la fragua. Le embelesaban aquellos antebrazos gruesos como troncos de árboles, cubiertos de un vello espeso y rojizo, erizados de músculos y de nervios. Seguramente Paco, el herrero, levantaría la cómoda de su habitación con uno solo de sus imponentes brazos y sin resentirse. Y de su tórax, ¿qué? Con frecuencia el herrero trabajaba en camiseta y su pecho hercúleo subía y bajaba, al respirar, como si fuera el de un elefante herido.


Esto era un hombre. Y no Ramón, el hijo del boticario, emperejilado y tieso y pálido como una muchacha mórbida y presumida. Si esto era progreso, él, decididamente, no quería progresar. Por su parte, se conformaba con tener una pareja de vacas, una pequeña quesería y el insignificante huerto de la trasera de su casa. No pedía más. Los días laborables fabricaría quesos, como su padre, y los domingos se entretendría con la escopeta, o se iría al río a pescar truchas o a echar una partida al corro de bolos.


La idea de la marcha desazonaba a Daniel, el Mochuelo. Por la grieta del suelo se filtraba la luz de la planta baja y el haz luminoso se posaba en el techo con una fijeza obsesiva. Habrían de pasar tres meses sin ver aquel hilo fosforescente y sin oír los movimientos quedos de su madre en las faenas domésticas; o los gruñidos ásperos y secos de su padre, siempre malhumorado; o sin respirar aquella atmósfera densa, que se adentraba ahora por la ventana abierta, hecha de aromas de heno recién segado y de resecas boñigas.


¡Dios mío, qué largos eran tres meses! Pudo haberse rebelado contra la idea de la marcha, pero ahora era ya tarde. Su madre lloriqueaba unas horas antes al hacer, junto a él, el inventario de sus ropas.


Mira, Danielín, hijo, éstas son las sábanas tuyas. Van marcadas con tus iniciales. Y éstas tus camisetas. Y éstos tus calzoncillos. Y tus calcetines. Todo va marcado con tus letras. En el colegio seréis muchos chicos y de otro modo es posible que se extraviaran.


Daniel, el Mochuelo, notaba en la garganta un volumen inusitado, como si se tratara de un cuerpo extraño. Su madre se pasó el envés de la mano por la punta de la nariz remangada y sorbió una moquita. "El momento debe de ser muy especial cuando la madre hace eso que otras veces me prohíbe hacer a mí", pensó el Mochuelo. Y sintió unos sinceros y apremiantes deseos de llorar.


La madre prosiguió: —Cuídate y cuida la ropa, hijo. Bien sabes lo que a tu padre le ha costado todo esto. Somos pobres. Pero tu padre quiere que seas algo en la vida. No quiere que trabajes y padezcas como él. Tú —le miró un momento como enajenada— puedes ser algo grande, algo muy grande en la vida, Danielín; tu padre y yo hemos querido que por nosotros no quede. Volvió a sorber la moquita y quedó en silencio.


El Mochuelo se repitió: "Algo muy grande en la vida, Danielín", y movió convulsivamente la cabeza. No acertaba a comprender cómo podría llegar a ser algo muy grande en la vida. Y se esforzaba, tesoneramente, en comprenderlo. Para él, algo muy grande era Paco, el herrero, con su tórax inabarcable, con sus espaldas macizas y su pelo híspido y rojo; con su aspecto salvaje y duro de dios primitivo. Y algo grande era también su padre, que tres veranos atrás abatió un milano de dos metros de envergadura... Pero su madre no se refería a esta clase de grandeza cuando le hablaba. Quizá su madre deseaba una grandeza al estilo de la de don Moisés, el maestro, o tal vez como la de don Ramón, el boticario, a quien hacía unos meses habían hecho alcalde. Seguramente a algo de esto aspiraban sus padres para él. Mas, a Daniel, el Mochuelo, no le fascinaban estas grandezas. En todo caso, prefería no ser grande, ni progresar. Dio vuelta en el lecho y se colocó boca abajo, tratando de amortiguar la sensación de ansiedad que desde hacía un rato le mordía en el estómago. Así se hallaba mejor; dominaba, en cierto modo, su desazón. De todas formas, boca arriba o boca abajo, resultaba inevitable que a las nueve de la mañana tomase el rápido para la ciudad. Y adiós todo, entonces. Si es caso...


Pero ya era tarde. hacía muchos años que su padre acariciaba aquel proyecto y él no podía arriesgarse a destruirlo todo en un momento, de un caprichoso papirotazo. Lo que su padre no logró haber sido, quería ahora serlo en él. Cuestión de capricho. Los mayores tenían, a veces, caprichos más tozudos y absurdos que los de los niños. Ocurría que a Daniel, el Mochuelo, le había agradado, meses atrás, la idea de cambiar de vida. Y sin embargo, ahora, esta idea le atormentaba. Hacía casi seis años que conoció las aspiraciones de su padre respecto a él. Don José, el cura, que era un gran santo, decía, a menudo, que era un pecado sorprender las conversaciones de los demás.


No obstante, Daniel, el Mochuelo, escuchaba con frecuencia las conversaciones de sus padres en la planta baja, durante la noche, cuando él se acostaba. Por la grieta del entarimado divisaba el hogar, la mesa de pino, las banquetas, el entremijo y todos los útiles de la quesería. Daniel, el Mochuelo, agazapado contra el suelo, espiaba las conversaciones desde allí. Era en él una costumbre. Con el murmullo de las conversaciones, ascendía del piso bajo el agrio olor de la cuajada y las esterillas sucias. Le placía aquel olor a leche fermentada, punzante y casi humano. Su padre se recostaba en el entremijo aquella noche, mientras su madre recogía los restos de la cena. Hacía ya casi seis años que Daniel, el Mochuelo, sorprendiera esta escena, pero estaba tan sólidamente vinculada a su vida que la recordaba ahora con todos los pormenores.


No, el chico será otra cosa. No lo dudes —decía su padre—. No pasará la vida amarrado a este banco como un esclavo. Bueno, como un esclavo y como yo.


Y, al decir esto, soltó una palabrota y golpeó en el entremijo con el puño crispado. Aparentaba estar enfadado con alguien, aunque Daniel, el Mochuelo, no acertaba a discernir con quién. Entonces Daniel no sabía que los hombres se enfurecen a veces con la vida y contra un orden de cosas que consideran irritante y desigual.


A Daniel, el Mochuelo, le gustaba ver airado a su padre porque sus ojos echaban chiribitas y los músculos del rostro se le endurecían y, entonces, detentaba una cierta similitud con Paco, el herrero.


Pero no podemos separarnos de él —dijo la madre—. Es nuestro único hijo. Si siquiera tuviéramos una niña. Pero mi vientre está seco, tú lo sabes. No podremos tener una hija ya. Don Ricardo dijo, la última vez, que he quedado estéril después del aborto. Su padre juró otra vez, entre dientes.


Luego, sin moverse de su postura, añadió: —Déjalo; eso ya no tiene remedio. No escarbes en las cosas que ya no tienen remedio. La madre gimoteó, mientras recogía en un bote oxidado las migas de pan abandonadas encima de la mesa. Aún insistió débilmente: —A lo mejor el chico no vale para estudiar. Todo esto es prematuro. Y un chico en la ciudad es muy costoso. Eso puede hacerlo Ramón, el boticario, o el señor juez. Nosotros no podemos hacerlo. No tenemos dinero. Su padre empezó a dar vueltas nerviosas a una adobadera entre las manos. Daniel, el Mochuelo, comprendió que su padre se dominaba para no exacerbar el dolor de su mujer.


Al cabo de un rato añadió: —Eso quédalo de mi cuenta. En cuanto a si el chico vale o no vale para estudiar depende de si tiene cuartos o si no los tiene. Tú me comprendes. Se puso en pie y con el gancho de la lumbre desparramó las ascuas que aún relucían en el hogar. Su madre se había sentado, con las bastas manos desmayadas en el regazo. Repentinamente se sentía extenuada y nula, absurdamente vacua e indefensa.


El padre se dirigía de nuevo a ella: —Es cosa decidida. No me hagas hablar más de esto. En cuanto el chico cumpla once años marchará a la ciudad a empezar el grado. La madre suspiró, rendida. No dijo nada. Daniel, el Mochuelo, se acostó y se durmió haciendo conjeturas sobre lo que querría decir su madre, con aquello de que tenía el vientre seco y que se había quedado estéril después del aborto. 



 ACTIVIDADES

CONTESTA EN TU CUADERNO, COPIA LAS 

PREGUNTAS.

-1 Lectura detenida.

-2 Busca las palabras que desconozcas.

-3 Título del libro.

-4 Autor

-5 ¿Qué personajes aparecen en el capítulo? Señala sus apodos, 

nombretes o motes.

-6 ¿Quién es el protagonista? ¿Cómo es?

- 7¿A qué ocupación se pensaba que se dedicaría Daniel?

- 8¿Cuáles eran los saberes esenciales para la mayoría?

-9¿Qué otros estudios seguían a los básicos, dónde se realizaban, 

cuánto duraban, con qué edad se iniciaban?

- 10¿Qué es un boticario? ¿Cómo se suele decir hoy?

- 11¿Qué es un mochuelo?

- 12 ¿Qué es “empingorotado”?

- 13 ¿Cuáles son las “cuatro reglas”?

- 14 Sinónimos de 

LECHO, CHIRRIAR, FATAL, ESTUDIOS, ESFUERZO, PARTIDA.

- 15 Antónimos de 

NUNCA, LLORAR, MEMBRUDO, GRUESO, IMPONENTE, TÓRAX, 

TIESO

- 16 Sobre el autor: época, lugares de su vida, oficios, obras.  


martes, 1 de junio de 2021

ARRECIFE PRÁCTICA DE MORFOLOGÍA

                        ARRECIFE 


         PRÁCTICA DE MORFOLOGÍA






SEÑALA PRIMERO LOS VERBOS, LUEGO LOS SUSTANTIVOS, LUEGO LOS ADJETIVOS Y FINALMENTE LOS DETERMINANTES.












miércoles, 21 de abril de 2021

JOSÉ CADALSO "LAS NOCHES LÚGUBRES"

                                      


                        JOSÉ CADALSO 


             "LAS NOCHES LÚGUBRES"


                                         Noche Primera.-


                       TEDIATO y un SEPULTURERO

                                                        Diálogo


TEDIATO.- ¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso, interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece. La luz de esos relámpagos..., ¡qué horrorosa! Ya truena. Cada trueno es mayor que el que le antecede, y parece producir otro más cruel. El sueño, dulce intervalo en las fatigas de los hombres, se turba. El lecho conyugal, teatro de delicias; la cuna en que se cría la esperanza de las casas; la descansada cama de los ancianos venerables; todo se inunda en llanto..., todo tiembla. No hay hombre que no se crea mortal en este instante... ¡Ay, si fuese el último de mi vida, cuán grato sería para mí! ¡Cuán horrible ahora! ¡Cuán horrible! Más lo fue el día, el triste día que fue causa de la escena en que ahora me hallo.


Lorenzo no viene. ¿Vendrá, acaso? ¡Cobarde! ¿Le espantará este aparato que Naturaleza le ofrece? No ve lo interior de mi corazón... ¡Cuánto más se horrorizaría! ¿Si la esperanza del premio le traerá? Sin duda..., el dinero... ¡Ay, dinero, lo que puedes! Un pecho sólo se te ha resistido... Ya no existe... Ya tu dominio es absoluto... Ya no existe el solo pecho que se te ha resistido.


Las dos están al caer... Ésta es la hora de cita para Lorenzo... ¡Memoria! ¡Triste memoria! ¡Cruel memoria! Más tempestades formas en mi alma que nubes en el aire. También ésta es la hora en que yo solía pisar estas mismas calles en otros tiempos muy diferentes de éstos. ¡Cuán diferentes! Desde aquélla a éstos todo ha mudado en el mundo; todo, menos yo.


¿Si será de Lorenzo aquella luz trémula y triste que descubro? Suya será. ¿Quién sino él, y en este lance, y por tal premio, saldría de su casa? Él es. El rostro pálido, flaco, sucio, barbado y temeroso; el azadón y pico que trae al hombro, el vestido lúgubre, las piernas desnudas, los pies descalzos, que pisan con turbación; todo me indica ser Lorenzo, el sepulturero del templo, aquel bulto, cuyo encuentro horrorizaría a quien le viese. Él es, sin duda; se acerca; desembózome, y le enseño mi luz. Ya llega. ¡Lorenzo! ¡Lorenzo!


LORENZO.- Yo soy. Cumplí mi palabra. Cumple ahora tú la tuya: ¿el dinero que me prometiste?


TEDIATO.- Aquí está. ¿Tendrás valor para proseguir la empresa, como me lo has ofrecido?


LORENZO.- Sí; porque tú también pagas el trabajo.


TEDIATO.- ¡Interés, único móvil del corazón humano! Aquí tienes el dinero que te prometí. Todo se hace fácil cuando el premio es seguro; pero el premio es justo una vez ofrecido.


LORENZO.- ¡Cuán pobre seré cuando me atreví a prometerte lo que voy a cumplir! ¡Cuánta miseria me oprime! Piénsala tú, y yo... harto haré en llorarla. Vamos.

TEDIATO.- ¿Traes la llave del templo?

LORENZO.- Sí; ésta es.

TEDIATO.- La noche es tan oscura y espantosa.

LORENZO.- Y tanto, que tiemblo y no veo.

TEDIATO.- Pues dame la mano y sigue; te guiaré y te esforzaré.

LORENZO.- En treinta y cinco años que soy sepulturero, sin dejar un solo día de enterrar alguno o algunos cadáveres, nunca he trabajado en mi oficio hasta ahora con horror.

TEDIATO.- Es que en ella me vas a ser útil; por eso te quita el cielo la fuerza del cuerpo y del ánimo. Ésta es la puerta.

LORENZO.- ¡Que tiemble yo!

TEDIATO.- Anímate... Imítame.

LORENZO.- ¿Qué interés tan grande te mueve a tanto atrevimiento? Paréceme cosa difícil de entender.

TEDIATO.- Suéltame el brazo. Como me lo tienes asido con tanta fuerza, no me dejas abrir con esta llave... Ella parece también resistirse a mi deseo... Ya abre, entremos.

                                                                                 

                                      (Edición 1929 Madrid José Salvatierra)


ACTIVIDADES:

1-LECTURA.

2-¿Por su aspecto a qué género pertenece? Señala qué te lo indica.

3-¿Por sus contenidos a qué género pertenece? ¿Qué señales observas.

4-¿Cuál es su autor? Busca información sobre él.

5-¿Cuál es el ambiente en que se desarrolla la escena?

6-¿Cómo te imaginas a cada personaje?¿Qué ropas le pondrías?

7-Apunta las palabras que desconozcas?








miércoles, 10 de marzo de 2021

CERVANTES ENTRE LA AVENTURA Y LA LITERATURA


CERVANTES ENTRE LA AVENTURA Y LA LITERATURA

 

Miguel de Cervantes Saavedra Novelista, poeta y dramaturgo español. 

Se cree que nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares y murió el 22 de abril de 1616 en Madrid, pero fue enterrado el 23 de abril y popularmente se conoce esta fecha como la de su muerte. 

Es considerado la máxima figura de la literatura española. Es universalmente conocido, sobre todo por haber escrito El ingenio hidalgo D. Quijote, que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal. 

Se le ha dado el sobrenombre de “Príncipe de los Ingenios”. Miguel de Cervantes nació en Alcalá de Henares en 1547. Fue el cuarto de los siete hijos de un modesto cirujano, Rodrigo de Cervantes, y de Leonor Cortinas

.A los dieciocho años tuvo que huir a Italia porque había herido a un hombre; allí entró al servicio del cardenal Acquaviva. Poco después se alistó como soldado y participó heroicamente en la batalla de Lepanto, en 1571; donde fue herido en el pecho y en la mano izquierda, que le quedó anquilosada. Cervantes siempre se mostró orgulloso de haber participado en la batalla de Lepanto.

Continuó unos años como soldado y, en 1575, cuando regresaba a la península junto a su hermano Rodrigo, fueron apresados y llevados cautivos a Argel. Cinco años estuvo prisionero, hasta que en 1580 pudo ser liberado gracias al rescate que aportó su familia y los padres trinitarios. Durante su cautiverio, Cervantes intentó fugarse varias veces, pero nunca lo logró.

Cuando en 1580 volvió a la Península tres doce años de ausencia, intentó varios trabajos y solicitó un empleo en “las Indias”, que no le fue concedido. Fue una etapa dura para Cervantes, que empezaba a escribir en aquellos años. 

En 1584 se casó y, entre 1587 y 1600, residió en Sevilla ejerciendo un ingrato y humilde oficio –comisario de abastecimientos-, que le obligaba a recorrer Andalucía requisando alimentos para las expediciones que preparaba Felipe II. 

La estancia en Sevilla parece ser fundamental en la biografía cervantina, pues tanto los viajes como la cárcel le permitieron conocer todo tipo de gentes que aparecerán como personajes en su obra.

Cervantes se transladó a Valladolid en 1604, en busca de mecenas en el entorno de la corte, pues tenía dificultades económicas. Cuando en 1605 publicó la primera parte del Quijote, alcanzó un gran éxito, lo que le permitió publicar en pocos años lo que había ido escribiendo. Sin embargo, a pesar del éxito del Quijote, Cervantes siempre vivió con estrecheces, buscando la protección de algún mecenas entre los nobles, lo que consiguió sólo parcialmente del conde de Lemos, a quien dedicó su última obra, Los trabajos de Persiles y Segismunda. 

Fuentes: Wikipedia.


ACTIVIDADES

-Trabajemos con este texto el subrayado y el resumen. 

-Primero lee varias veces. No cojas todavía el lápiz, el bolígrafo o el rotulador. Intenta averiguar los significados desconocidos por el contexto, si no lo logras busca información. 

-Fíjate en el aspecto del texto (“estructura externa”): ¿Hay párrafos? ¿Hay partes destacables a la vista? Ahora coge sí con lo q el lápiz, el bolígrafo o el rotulador . Separa esas partes.

 - Luego subraya “palabras claves”, son sustantivos y algún verbo. Si miras el conjunto del texto no deben aparecer ñas de veinte palabras o pequeños fragmentos.

 -Extrae las “palabras claves” y forma oraciones simples, separadas por “punto y seguido”. Esto es “preparar”el RESUMEN. Busca sinónimos de las “palabras claves”, pon ahora más verbos y algún adjetivo y oración que acompañe a esas “palabras clave”.



miércoles, 24 de febrero de 2021

PREPARANDO CUESTIONARIO SOBRE CANARIAS EN EL XV PALABRAS Y OBRAS LITERARIAS

 PREPARANDO CUESTIONARIO SOBRE CANARIAS EN EL XV PALABRAS Y OBRAS LITERARIAS



UTILIZA EL MATERIAL TRABAJADO.  EXPLICA LOS PORQUÉS Y CUIDA LA EXPRESIÓN.